Esa es la sensación que le queda a uno después de cada viaje en avión, ya sea a la Uropas del Norte o a las Islas Afortunadas.
Resumo la ultima experiencia en la que para un viaje de tres horas a Las Palmas de Gran Canaria uno no tiene derecho ni a un caramelo tipo Renfe, y mucho menos a un vasito de agua:
En el viaje de ida tuvieron el detalle de que, ya que rera medianoche,los cansados y hambrientos 168 pasajeros desembarcaramos por dos puertas, algo nada habitual. Pero ya de regreso, con el mismo programa de "al cliente-pagano ni el agua", nos obsequiaron con un recorrido nocturno de 20 largos e interminables minutos a bordo del imponente avión por todas las PISTAS Y RINCONES DEL AEROPUERTO DE BARAJAS. Era la una de la madrugada. Desembarco: esta vez los mas de 250 pasajeros desfilamos por una sola puerta; lo normal. NO hay que acostumbrar a los clientes a lo bueno. No había carritos par los bultos de mano. Y los grandes estaban en los conveyors donde ya no salían maletas. Una epopeya. Por otra parte normal, porque a esas horas se supone que los responsables ya duermen. Aunque estén de turno, me temo.
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